La Divina Madre

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«Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó». — Génesis 1:27

Recientemente leyendo este versículo me vino a la mente como algunas ramas del cristianismo tratan con desprecio a la figura femenina, revelándose este hecho con mayor énfasis y crueldad en la madre del divino redentor.

Hemos de aclarar nuestro profundo y absoluto respeto a todas las formas religiosas que buscan unir al ser humano con su Creador, no obstante, todos los mortales somos susceptibles a equivocarnos, en nuestra vida cometemos no uno sino miles de errores, algunos a posta, otros por inocencia o ignorancia y por ende sin la intención de causar mal a los demás y a nosotros mismos; comprendiendo esto queda claro por qué a veces podemos mal interpretar desde los hechos y personas hasta los textos sagrados.

Uno de esos venerables textos sagrados es innegablemente la sagrada Biblia; tras más de dos mil años de cristiandad los pequeños y grandes cambios a la doctrina y/o a su interpretación, de cierta forma son casi inevitables, otra cosa es ya el motivo de fondo en algunos casos, sin embargo, eso no es nuestro asunto.

Refiriéndonos concretamente a este pasaje vemos con claridad que Dios creo al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, así sin más, claro el problema vino cuando fuimos expulsados del jardín del Edén y las consecuencias de nuestra desobediencia fueron asignados a cada sexo.

A partir de esa salida Dios nuestro Señor comenzó a enviar a sus elegidos para guiar nuestro camino, sus profetas fueron su voz en la tierra, de igual modo también hubo mujeres dignas tal vez no del título de profeta, dado que ellas no guiaron a todo su pueblo, pero que también fueron vehículos de su divina expresión, fueron las hijas, esposas y madres que apoyaron, acompañaron en infundieron fe y devoción a los elegidos.

En muchos casos sin ellas, la labor de los profetas si no imposible habría resultado muy difícil.

En el caso de la Virgen María su carácter divino queda ahí en la sagrada Biblia, entre líneas para quien tenga intención de hallar; en el protoevangelio de Santiago,  o Evangelio de la Natividad de María, nos es referido como sus padres Joaquín y Ana luego de 20 años de matrimonio sin tener descendencia, fueron rechazados por el Gran Sacerdote Isachar cuando se acercaron al templo durante una festividad, así mismo rechazó su ofrenda recordándoles que según las escrituras: «Maldito sea quien no engendre hijos en Israel».

Este duro e injusto reproche hizo que Joaquín en lugar de regresar a su casa con su esposa, eligiera retirarse al sitio donde los pastores estaban con sus rebaños.

«Y permanecía allí desde hacía algún tiempo, cuando, cierto día que estaba solo, le apareció un ángel del Señor, rodeado de una gran luz. Y, a su vista, Joaquín quedó turbado. Pero el ángel apaciguó su turbación, diciéndole: No temas, Joaquín, ni te turbe mi vista, porque soy un ángel del Señor, enviado por Él a ti, para anunciarte que tus súplicas han sido escuchadas, y que tus limosnas han subido a su presencia. Ha visto tu oprobio, y ha considerado el reproche de esterilidad que sin razón se te ha dirigido. Porque Dios es vengador del pecado, mas no de la naturaleza. Y, cuando cierra una matriz, lo hace para abrirla después de una manera más admirable, y para que se sepa que lo que nace así no es fruto de la pasión, sino presente de la Providencia.

La primera madre de vuestra nación, Sara, permaneció estéril hasta los ochenta años, a pesar de lo cual, en los últimos días de su vejez, dio a luz a Isaac, en quien le había sido prometido que serían benditas todas las naciones. Así mismo Raquel, tan agradable a Dios y tan amada por Jacob, permaneció estéril durante mucho tiempo, y, no obstante, parió a José, que fue no solamente el dueño de Egipto, sino el salvador de numerosos pueblos que iban a morir de hambre. ¿Quién, entre los jueces, más fuerte que Sansón y más santo que Samuel? Y, sin embargo, ambos a dos tuvieron por madres a mujeres por mucho tiempo estériles. Si, pues, la razón no te persuade por mi boca, cree a lo menos que las concepciones dilatadamente diferidas y los partos tardíos son de ordinario los más portentosos.

Así, tu esposa Ana te parirá una niña, y la llamarás María. Y, conforme a vuestro voto, se consagrará al Señor desde su niñez, y estará llena del Espíritu Santo desde el vientre de su madre. Y no comerá ni beberá nada impuro, ni vivirá en medio de las agitaciones populares del exterior, sino en el templo, a fin de que no pueda enterarse, ni aun por sospecha, de nada de lo que existe de vergonzoso en el mundo. Y, con el curso de la edad, bien como ella nació milagrosamente de una mujer estéril, de igual modo, por un prodigio incomparable y permaneciendo virgen, traerá al mundo al hijo del Altísimo, que será llamado Jesús o salvador de todas las naciones, conforme a la etimología de su nombre.

Y he aquí el signo de la verdad de las cosas que te anuncio. Cuando llegues a la Puerta Dorada de Jerusalén, encontrarás a Ana tu esposa, la cual, inquieta hasta hoy por tu retardo, se regocijará sobremanera, al volver a verte. Y, dicho esto, el ángel se separó de Joaquín».

Del mismo modo el ángel del Señor se apareció a la señora Ana indicando que sus plegarias habían sido escuchadas y que daría a luz una niña. Cuando ambos se encontraron en la puerta de Jerusalén, se abrazaron teniendo por cierta la palabra del ángel.

Tal como fue dicho a sus padres, al tiempo nació la Virgen María, desde su infancia fue dedicada al servicio de Dios y creció en el templo junto a otras vírgenes de su edad, hasta la edad de catorce años, cuando de acuerdo a las costumbres las jóvenes debían volver a sus hogares para contraer matrimonio. Mientras sus compañeras obedecieron, la Señora María rehusó debido al voto que hiciera al Señor de permanecer virgen. Ante esta encrucijada el sacerdote:

«Ordenó, pues, que, en la fiesta próxima, se reuniesen los notables de Jerusalén y de los lugares vecinos, por cuyo consejo podría saber cómo le convendría obrar en una causa tan incierta. Y así se hizo, y fue común parecer que había que consultar sobre ese punto a Dios. Y, mientras todos se entregaban a la oración, el Gran Sacerdote avanzó para consultar al Señor, según la costumbre. Y, a poco, una voz, que todos oyeron, salió del oráculo y del lugar del propiciatorio. Y esa voz afirmaba que, de acuerdo con la profecía de Isaías, debía buscarse a quien debía desposar y guardar aquella virgen. Porque es bien sabido que Isaías vaticinó: Y saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces. Y reposará sobre él el espíritu del Señor, espíritu de inteligencia y de sabiduría, espíritu de fortaleza y de consejo, espíritu de conocimiento y de temor del Altísimo.

Y, conforme a esta profecía, el Gran Sacerdote ordenó que todos los hombres de la casa y de la familia de David, aptos para el matrimonio y no casados, llevasen cada uno su vara al altar, y que debía ser confiada y casada la virgen con aquel, cuya vara produjera flores, y en la extremidad de cuya vara reposase el espíritu del Señor en forma de paloma».

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