Los pecados del alma apartan nuestras vidas de Dios y nos sume en un estado de tristeza y dolor. El profeta Isaías en la biblia dice textualmente:
Mas vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar su rostro de vosotros, para no oir. — Isaías 59:2
El bendito apóstol Pablo, en el capítulo 3 de Romanos hace una radiografía del alma, en su más crítico estado, aclara, que nada bueno hay en nosotros los seres humanos que nos declare o nos muestre justos ante los ojos de Dios.
El alma cargada de los pecados padece una grave enfermedad, siempre los profetas de Dios han hablado del alma, plagada de pecados que hacen de cada persona un ser lleno de tristezas, soledad, temores, ira, miedos, odios, vanidad, envidias, amor propio, lujuria y mala voluntad. Todos estos malestares conducen nuestra alma a la muerte y la tristeza perenne, el sabio Rey Salomón habla de los pecados del alma, que hacen de nuestra vida un verdadero caos:
Prenderán al impío sus propias iniquidades, Y detenido será con las cuerdas de su pecado. El morirá por falta de corrección; Y errará por la grandeza de su locura. — Proverbios 5:22-23
Cuantas veces en nuestro diario vivir no hemos sido atacados por el pecado de la ira, que desgasta nuestras energías emocionales, la envidia nos fustiga y hace sufrir por los triunfos de nuestros semejantes, el amor propio crea en nuestro entorno discordias, porque no somos obedecidos por nuestros hijos o subalternos, el pecado de la lujuria crea eventos que hacen que faltemos al mandato del Señor Jehová en Levítico 15 y se debilita la salud del cuerpo y del alma.
¡Ojalá miraras tú a mis mandamientos! fuera entonces tu paz como un río, y tu justicia como las ondas de la mar. — Isaías 48: 18
Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios; Siendo justificados gratuitamente por su gracia por la redención que es en Cristo Jesús. —Romanos 3:23-24
La soberbia del hombre le abate; Pero al humilde de espíritu sustenta la honra. — Proverbios 29:23
La gran mayoría de los seres humanos buscamos la salvación del alma, pero no es posible que aspiremos al morir, ir al reino de los cielos y la gloria de Dios, si no creamos primero nuestro cielo personal. Y esto se logra sacando de nuestro corazón la envidia, que nos hace sufrir por los aciertos de nuestros compañeros de trabajo, a la ira que nos roba las energías emocionales, que hiere con la palabra a nuestros semejantes, al amor propio, que quiere siempre destacar, no importa si para lograrlo destruimos los proyectos de nuestros semejantes, los demonios o pecados del alma, han creado un infierno en nuestra alma, y nos causa sufrimiento.
Recordemos como el bendito Señor Jesús Cristo, indignado sacó a los mercaderes del templo con un látigo. Los mercaderes del templo no son otros que los pecados del alma, que roban nuestras fuerzas y nos hacen sus esclavos.
Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová mira no lo que el hombre mira; pues que el hombre mira lo que está delante de sus ojos, mas Jehová mira el corazón. — Samuel 16:7
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